24 de julio de 2015

La quería.

Yo y esa zorra nunca nos cruzamos las caras, era de esas que queda una noche contigo sin avisar, mientras sufres de insomnio cualquier día y se para a tomar una copa contigo, un whisky de los más fuertes y con mucho hielo a poder ser, que para ardiente ya estaba la pasión. Recuerdo que tenía los ojos más llenos de tristeza que jamás habría visto, en ellos veía reflejados besos desenfrenados, rosas marchitadas y un puñado de hombres que se morían por sus huesos. Yo no la quería por su mar de curvas indomables, ni por sus labios carmín y mucho menos por su mirada profunda. La quería por todos y cada uno de sus momentos de locura, por esa manía de taparse la boca cuando reía, por sus andares que tanto me enloquecían, por esas veces en los que se mordía el labio inferior a modo de nerviosismo, por el modo en el que alejaba a todas y cada una de las personas que quiere por miedo a sufrir, hasta la quería cuando me rompía sin avisar clavándome espina tras espina como si se pensara que tenía un corazón de piedra. Y es que joder, hasta la forma en la que se fumaba los cigarrillos y la veías un poco más muerta se veía bella. No era como las demás, ella me quería y eso la hacía completamente diferente, como la aguja en medio de un pajar, solo que esta vez yo no la buscaba, ella me encontró cuando dejé de hacerlo y se clavó en mi como si quisiera atravesarme y luego dejar los restos de una vida a su lado.
Y sabéis que? Esa zorra se llamaba 'miedos' y por eso me visitaba cada noche, cuando los sentimientos salían a plena luz en ese instante en el que ni estás despierto, ni dormido. Ese instante que tanto odio y te da unos cinco segundos antes de adentrarte en un mar de insomnios. Esos cinco segundos que tienes entre coger el tren o directamente tirarte a las vías del tren y dejar que te aplaste para ya nunca volver a ser lo que eras.

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