9 de marzo de 2015

Falsos valientes.

Cuantos dirán saber que es el amor y que pocos lo han saboreado de verdad.
Cuantas serán las sonrisas que susurren un 'estoy bien' y cuantas serán sin complicidad,
con el llanto de un recién nacido buscando los brazos de su madre.
Cuantos falsos valientes diciendo serlo si nunca llegaron al pico más alto,
el de sus clavículas digo.
Pero mentían, todo eran farsas llenando el alma en camas ajenas,
ahogando el corazón de resacas por si así, se le olvidaría sentir.
Y es que su boca era el volcán de lava en el que me derretía,
quise llamar a los bomberos pero ya era demasiado tarde,
el fuego ya había arrasado con todo a su paso dejando destrozos irreparables.
Me dijeron que la Luna no se comparaba con sus ojos siendo las pupilas
el mayor cráter donde aterrizar y quedarse a dormir.
Yo puedo asegurar y sentenciar que ni el Sol podría compararse con los suyos.
Que mi corazón era un puñado de canicas en sus manos con las que poder jugar a su antojo.
Y que ganas de que lo hiciera.
Lo suyo eran los atracos y no precisamente de dinero.
Más bien de sentimientos y corazones mal heridos.
Hiciste miles de secuestros a cambio de embarcaciones bajo su falda.
Mis ojos no habían visto jamás cascada más bonita que la que hacía su pelo cayendo por su espalda.
Y sus labios, labios tan rotos por todos los choques que había sufrido,
a pesar del escudo tan vacíos por momentos.
La fusión de los suyos con los míos era casi como ver todas las maravillas del mundo
en un mismo cuerpo.
Enmudecía mis versos con sólo palabras.
Y aún siendo capaz me dijo que el tabaco mataba, a pesar de morir de la eutanasia que me producía su boca.
Me asesinaba lentamente cada atardecer y sin sentir el más mínimo dolor.
Prefería morir debajo de sus tacones aún sabiendo que dolía.
Y aún así prefería que fueras tu la razón.

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