28 de marzo de 2015

Todos buscamos momentos perfectos de los cuales sólo un dos por ciento lo acaban siendo.
Somos unos hipócritas llenos de falsas ilusiones que un día se acabarán.
Pasarán tan breves y veloces como los años ante nuestros ojos.
Y que cojones, que lo perfecto aburre y los momentos improvisados ayudan.
Que quien más cuerdo parece, es quien más pierde la cordura.
En la oscuridad, en donde la noche se hace fría y las calles hablan.
Y no sé, no sé como puedo hablar yo de cordura si escribo a un folio en blanco que ni escucha,
a una ventana de 'mil y un atardeceres' y a cientos de sonrisas que jamás se descongelarán.
No hablemos de cordura si pedimos que nos bajen el Sol, la Luna o incluso las estrellas.
Y para que querré yo de eso si eres la Vía Lactea.
Quien sale cada noche a recorrer a besos al miedo para así acabar por seducirla.
Y que bonita era la media curva que hacía su espalda, tan frágil.
No me cuentes los lunares que forman mis constelaciones.
Cuentame mejor los atardeceres que forman tus ojos cada anochecer,
con la sonrisa despreocupada de quien busca la calma.
Muchos hablan de cordura y pocos del delirio que cuentan sus pies cuando camina.
Hablan,
y tanto lo hacen que no saben lo que era beber un puñado de esos besos y aún seguir sobrio.

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