6 de diciembre de 2015

Ella. La chica de la esquina, la hija de la tristeza y llena de sonrisas forzadas. La conocí y ya casi no recuerdo ni como, sólo recuerdo que era una chica tímida y callada de la esquina del bar con el frío en los huesos y un montón de sueños por cumplir. Día tras día la luz que tenía en los ojos se fué apagando, marchitando con los días y lo único que le quedan son las noches llenas de pesadillas, insomnio por miedo a soñar. Sólo le quedan las ganas de callarse y tragarselo todo. Sabe que solo le queda tiempo de extrañar el famoso cariño que antes sentía, los abrazos que un día tuvo. El calor que un día sintió con todo el amor que recibía, ahora sólo queda oscuridad. Sentir un mínimo amor en un segundo suelto. Volver. Volver a sentir, a vivir segundo tras segundo aquellas semanas fugaces y felices. Aquellos domingos sin recordar por un instante todos los problemas que en su cabeza existían y que la hacían olvidar que la vida sin estar a su lado no era posible. Ahora todos los problemas que sentía se han clavado como puños y estacas en lo alto de su corazón sin dejar ver la claridad.
Ahora todo es penumbra, oscuridad y dolor.

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